El 5 de agosto la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) avaló la legalidad de los matrimonios entre homosexuales en el Distrito Federal, con dos argumentos que yo comparto plenamente: que la procreación no es el único objetivo de la unión legal entre dos personas y que esta medida no atenta contra las familias tradicionales.
Además, el 16 de agosto de este mes, la misma SCJN aprobó que las parejas del mismo sexo puedan adoptar a un niño en la capital del país, debido a que los magistrados no encontraron o conocieron ningún estudio científico que demostrara que un menor es dañado al ser adoptado en un ambiente homoparental.
Ambas decisiones de la SCJN son positivas, históricas y contribuyen al desarrollo social no solamente de la ciudad de México, sino de todo el país, ya que conllevan a superar el conservadurismo y homofobia, que lamentablemente, predominan en muchos aspectos de la vida y geografía nacional.
El hecho de que las parejas homosexuales del DF puedan legalizar su unión y dar amor y cuidados a un niño, del que nadie más se hace responsable, es reconocer una realidad que vemos todos los días: que existen las uniones homoparentales y que muchos menores de edad están abandonados y necesitan ser adoptados, para aspirar a una mejor calidad de vida.
También positivo que, en ley, se reconozca a la comunidad homosexual de la capital del país los derechos humanos de legalizar su unión y de adoptar a un menor, ya que, si el marco jurídico en todo el país permite que las parejas heterosexuales contraigan matrimonio y se hagan cargo de un hijo no procreado por ellas, no hay razón para que a las relaciones homoparentales se les nieguen dichas facultades.
Incluso, considero sano que en Puebla se abra un debate respetuoso y formal acerca de ambos temas, para que toda la sociedad – incluyendo las ONGS defensoras de los derechos de los homosexuales, las diversas iglesias y expertos sicólogos, médicos y sociólogos – analice si es conveniente tomar medidas legales similares a las que prevalecen en el DF en esta materia.
En este espacio he externado diversas críticas a los magistrados de la SCJN por haber tomado algunas decisiones que, en lo personal, considero injustas o nocivas para la mayoría de la sociedad. Sin embargo, en esta ocasión, me complace constatar que los miembros de la SCJN emitieron sus veredictos cuidando los derechos humanos de las parejas homoparentales y el avance social.
*Presidente de la comisión de Derechos Humanos en el Cabildo de Puebla