Por Enrique Chávez Estudillo*
Desde hace tiempo, los ciudadanos sabemos que los gobiernos de todos los niveles utilizan el tema de la equidad de género, para promoverse al presumir reales o supuestos avances en la materia o prometer que impulsará tal o cual medida, para promover la igualdad y el respeto mutuo entre ambos sexos.
Pero lo cierto es que en todo el país y, principalmente en Puebla, la equidad de género sigue siendo una asignatura pendiente, como lo ratificó en marzo pasado el INEGI al informar que nuestra entidad es la sexta del país con mayor violencia contra las mujeres (Jornada de Oriente), solamente superado por el Estado de México, Jalisco, Colima, Tabasco y Durango.
El mismo INEGI dio a conocer en mayo pasado (Jornada de Oriente) que el 50 por ciento de las madres poblanas es violentado por sus propias parejas, a pesar de que, según el Consejo Estatal de Población, el 25 por ciento de los hogares del estado es encabezado por una mujer (E- Consulta).
La realidad es que las mujeres ocupan cada vez espacios de mayor relevancia en el desarrollo económico y profesional de Puebla y el mundo, sin que este hecho se traduzca en mejoras sustanciales en su calidad de vida y, especialmente, en el trato que reciben de nosotros, los hombres.
Así, a pesar de que ellas son el 52 por ciento de la población estatal y contribuyen de manera dedicada y decidida al sostenimiento de sus familias y a la actividad productiva de la entidad, sus salarios son menores (en 7.2 por ciento, según la Organización Internacional del Trabajo) al de los varones que desempeñan su mismo trabajo.
Ante esta problemática, desde hace tiempo prácticamente todos los gobiernos crearon sus respectivos “institutos para las mujeres”, pero lo hicieron más con la intención de darles un manejo político a esas dependencias y de simular que se trabaja a favor del sector femenino de la población, que con un genuino propósito de abatir la inequidad de género y protegerlas de abusos, acosos e injusticias.
Porque la equidad de género solamente se hará realidad cuando en el seno de cada familia, empresa, organización social, institución y dependencia de gobierno haya un trato igualitario a hombres y mujeres, con las mismas oportunidades laborales, económicas y políticas para ambos.
Además, es obligatorio promover las relaciones respetuosas y sanas entre los integrantes de las familia y centros de trabajo, ya que de esta forma es posible dejar atrás el arraigado machismo que desde tiempos ancestrales predomina – todavía – en muchos sectores sociales y laborales.
*Presidente de la comisión de Derechos Humanos en el Cabildo de Puebla
No hay comentarios:
Publicar un comentario