miércoles, 28 de abril de 2010

Con solidaridad y cariño para los hermanos Chilenos y Haitianos

Este inicio de año ha sido terrible para América Latina en lo referente a desastres naturales, porque el 12 de enero pasado Haití sufrió un terremoto de 7.3 grados Richter que dejó más de 150 mil muertos, centenas de miles de damnificados y miles de millones de dólares en pérdidas en uno de los países más pobres del mundo, mientras que este sábado otro cataclismo telúrico – ahora de 8.8 grados Richter – mató a cerca de 700 personas en Chile.



Llama la atención que sendas tragedias hayan ocurrido con poco más de un mes de diferencia y ello demuestra que este tipo de fenómenos naturales son cada vez más frecuentes. Por lo mismo, corresponde a toda la sociedad en su conjunto intensificar las tareas de Protección Civil, para estar lo mejor preparados que se pueda ante estos desastres.



También es notorio que mientras en Haití el sismo fue de 7.3 grados y dejó más de 150 mil muertos, en Chile su intensidad fue mucho mayor (8.8 grados Richter) y mató a una cantidad relativamente pequeña de personas, ya que este hecho comprueba que los Chilenos estaban mucho mejor preparados para la contingencia y que su grado de vulnerabilidad socioeconómica es bastante menor al de los Haitianos.



Cabe preguntarse por qué un terremoto de menor intensidad que el de Chile mató a más personas en Haití y la respuesta es que en el país sudamericano sus construcciones, dependencias relacionadas con la Protección Civil y la propia gente están mucho mejor preparadas para afrontar este tipo de desastres naturales que en la hermana nación caribeña, cuyo elevadísimo nivel de pobreza eleva en gran la vulnerabilidad de sus ciudadanos.



Es claro que mientras la gente sea más pobre, con poca preparación y padezca gobiernos corruptos, su condición de vulnerabilidad ante los fenómenos naturales es mucho mayor, debido a que no sabe cómo reaccionar frente a ellos, las dependencias que deberían protegerla simplemente no lo hacen y los edificios están construidos de manera endeble, como una manera en que contratistas y funcionarios corrompidos hacen negocios sucios.



Es importante que en México aprendamos de lo ocurrido en Haití y Chile y aceptemos que no estamos al margen de estos cataclismos, porque el 19 de septiembre de 1985 nuestro país sufrió un terremoto de 8.1 grados Richter, del que nunca se supo con precisión cuántos mexicanos murieron, ya que el Gobierno Federal de ese entonces dijo que fueron 7 mil personas, pero algunas voces aseguran que fallecieron más de 40 mil.



En México, ese cataclismo se enfrentó y se superó gracias a la actuación rápida, eficiente y solidaria de la sociedad civil, debido a que todos los niveles de gobierno fueron rebasados por la tragedia y se mostraron incompetentes, frívolos y corruptos. En contraste, los ciudadanos tomaron la batuta, se organizaron, rescataron a los sobrevivientes, exigieron y obtuvieron el apoyo de la comunidad internacional.



Sin embargo, es obvio que los terremotos de 1985 o de 1999 no serán los primeros ni los últimos y que, como todos los demás pueblos del mundo, los mexicanos tenemos que estar preparados para afrontar no solamente ese tipo de fenómenos naturales, sino también maremotos, deslaves, e inundaciones – como la de Chalco - y todo tipo de desastres.



*Presidente de la Comisión de Derechos Humanos en el Cabildo de Puebla.

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