BITÁCORA MUNICIPAL
Por Enrique Chávez Estudillo*
Milito en el PRI desde 1983 y mi familia siempre he compartido los postulados del partido. Incluso, mi abuelo fue un trabajador ferrocarrilero que luchó durante la Revolución Mexicana y, por lo mismo, enseñó a su descendencia a valorar lo que los gobiernos emanados del movimiento hicieron a favor de la sociedad y a defender sus causas.
El PRI fue hegemónico hasta 1988, cuando el autoritarismo y las malas decisiones del entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado, provocaron un cisma que dio origen al Frente Democrático Nacional (FDN) y un año más tarde al PRD.
He visto cómo se perdieron la presidencia de la República y los estados de Zacatecas, DF, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Baja California y muchas más solamente por la insensibilidad, el autoritarismo y la soberbia de supuestos gobernantes y dirigentes priístas, que actúan más como defensores de un grupo interno que como verdaderos defensores y representantes de los intereses del partido.
Por ello, me resulta especialmente doloroso constatar que la dirigencia estatal y la comisión para el proceso interno de mi partido decidieron quitarse las máscaras y, en lugar de comportarse como garantes imparciales y objetivos de la elección del candidato al gobierno, decidieron asumirse como abiertos promotores del aspirante promovido directamente desde Casa Puebla.
El hecho de que la comisión de procesos internos, presidida por José Alarcón Hernández, le haya negado a Enrique Doger Guerrero la oportunidad de contender por la postulación del PRI al gobierno, es una señal clara de que en dicha instancia partidista siempre estuvieron cargados los dados a favor del candidato oficial, pese a que su actitud es antidemocrática, sectaria, autoritaria y solamente alienta la división interna.
Por si fuera poco, el presidente del partido, Alejandro Armenta Mier, que debería promover la unidad, tolerancia e inclusión internas, realizó desafortunadas declaraciones contra Enrique Doger instándolo a irse del PRI, con lo que demostró que él y el grupo político al que pertenece y obedece quieren cerrar todas las puertas, simplemente porque sienten que les estorba en su intentona de seguir como dueños del priísmo y de Puebla.
Es cierto que entre los llamados “usos y costumbres” no escritas del partido el gobernador en turno es el líder moral y real de los priístas y, por lo mismo, sus determinaciones tienen un gran peso y se convierten en instrucciones. Sin embargo, el PRI no es propiedad de nadie y, en consecuencia, los mandatarios deberían promover los equilibrios y la unidad en lugar del exterminio y la exclusión internas.
El autoritarismo gubernamental en las decisiones partidistas, las pugnas internas y las imposiciones dañan mucho al priísmo provocándole derrotas inesperadas, debido a que son prácticas que rechaza la ciudadanía.
*Presidente de la comisión de Derechos Humanos en el Cabildo de Puebla
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